Ante la sombra del nuevo Plan PIVE, del que nada se sabe ni en cuanto a entrada en vigor, ni sobre la cuantía (porque aún no se agotó el actual) nos acordamos de que asociado a estas subvenciones podemos encontrar unas buenas toneladas de fraude. En Autonoción ya hemos hablado largo y tendido de los diferentes Plan PIVE, que realmente son el mismo plan, pero prorrogado periódicamente con nuevas inyecciones de fondos públicos. Sus objetivos: limpiar las carreteras españolas de chatarra, ahorrar combustible (unos 36 millones de litros al año) y emitir muchas menos toneladas de CO2 a la atmósfera (recortar esas emisiones en más de 120.000 toneladas, para ser precisos).
Los aportes al Plan son aportes de dinero público, es decir, del que todos pagamos, y el Plan sirve para animar a las personas con vehículos ciertamente viejos puedan deshacerse del antiguo para adquirir un nuevo coche más eficiente, más ahorrativo, y posiblemente mejor. El Gobierno ve como así va desapareciendo el parque móvil vetusto, nos hacemos más europeos, el propietario de la chatarra del coche percibe un descuento importante (el del Gobierno más el del concesionario), y todos contentos.
Sin embargo, existen personajes que convierten en arte el negocio del fraude. De momento lo llamaremos picaresca, que queda más español. Personas que adquieren vehículos ya hechos chatarra (o a las puertas de), se hacen titulares y lo presentan como «coche del Plan PIVE» para captar la subvención y beneficiarse de ello. Se benefician ellos, por supuesto, porque ganan un descuento a cambio de nada. Se benefician, aunque sea inadvertidamente porque nadie duda de su buena fe, los concesionarios y las marcas porque se realiza una venta de vehículo nuevo. Y al Gobierno le da igual, porque ni se trata de una práctica demasiado extendida, ni a ellos les preocupa que se entregue un coche que no funciona.
Es frecuente ver anuncios de coches «exclusivamente para el Plan PIVE«. No se trata de un fraude porque el Ministerio competente no lo contempla. Es más un fraude moral que otra cosa, y a veces uno tiende a pensar que en este país lo de la moral es como los paraguas: todo el mundo tiene tres, pero a la hora de la verdad se los dejan en casa. Con las subvenciones siempre pasa: ¿cómo puedo hacer para conseguir la subvención como sea, aún si no cumplo los requisitos, ni la necesito? El problema de fondo es que las propias normas del Plan PIVE no tienen como requisito demostrar titularidad del vehículo por un tiempo determinado: basta un día como titulares de cualquier cosa para entrar en el programa.
Por eso le llamaba picaresca antes, porque no se trata de fraude en sí mismo. Lo que sí es fraude es que haya un «negocio» dedicado a colocar chatarra bajo nombres y documentación falsa (o suplantando la identidad de los «compradores») para beneficiarse del Plan PIVE, comprar un coche nuevo con los descuentos aplicables, recolocar de nuevo la chatarra sin darla de baja administrativa (como sería lógico dentro de lo fraudulento) y realizar mil y un malabarismos para seguir explotando el filón de la chatarra y la falsedad documental para conseguir beneficios que a todas luces son ilícitos. Ya ha caído una organización criminal que acumula 17 delitos de falsedad documental, cuatro delitos de estafa y 15 delitos de usurpación del estado civil relacionados con la compraventa de coches en los supuestos anteriores.
Ahora mi pregunta es, ¿consigue el Plan PIVE los objetivos que se marca? ¿Sirve realmente para renovar el parque automovilístico? Y quizás la pregunta más inútil del mundo: ¿por qué en España somos tan listos para las cosas del «subvencionar», y tan poco espabilados para otros asuntos? A día de hoy parece que sin subvención no se venden coches (no parece, es), y en cierto modo puedo entender cómo un particular que tiene su «cochito» de toda la vida no tiene una urgencia para cambiar de vehículo solo porque tenga 10 años o más, pero comprar chatarra para beneficiarse de una subvención que sale de mis impuestos me parece tener la cara más dura que el granito de Porriño.