Tal y como os hemos venido avisando, a lo largo de 2018, el precio del barril de petróleo ha ido subiendo poco a poco. El recorte en la producción pactado por los miembros de la OPEP sumado a la reciente decisión de Trump de romper el acuerdo nuclear con Irán han hecho que el precio del barril se sitúe en los 77 dólares para el Brent y 70 para el West Texas, cifras que se ven por primera vez desde noviembre de 2014.
Con este nuevo azote de política, la inestabilidad está servida en Oriente Medio y esto va a tener un impacto directo en el suministro de crudo, en el precio de los combustibles y como no, en nuestros bolsillos.
Entre otros puntos de vital importancia, el acuerdo nuclear con Irán le permitía a esta potencia petrolera recuperar su papel protagonista en el mercado pero las decisiones de las políticas de exteriores norteamericanas no han hecho más que frenar esta vuelta al ruedo. Este recorte en la oferta que proporcionaría Irán pone en riesgo el equilibrio que se había logrado con el antiguo pacto de países exportadores de petróleo y por lo tanto, al haber menos oferta que demanda, a los precios no les queda otra vía de escape más que subir.
Si a todo esto le sumamos que hay países que han perdido -o mejor dicho, dejado de ganar- miles de millones con los «bajos precios» con los que hemos estado jugando en los últimos años, nos encontramos con férreos puntos de vista como el de Arabia Saudí -que por cierto es el país líder de la OPEP- que ha dejado bien claro que quiere mantener los precios del barril entre los 80 y los 100 dólares aunque esto le cueste perder competitividad frente a otros.
Tal y como puedes imaginarte, la subida del barril de petróleo es algo que depende de muchos factores y aunque los políticos son lo que son y ya os los hemos relatado de forma breve, ahora llegan los tecnológicos.
En Estados Unidos se está produciendo un auge del conocido como Shale Oil. En castellano se conoce como el petróleo de esquisto y es una forma de obtención de materia basada en la pirólisis, la hidrogenación y la disolución térmica. Mediante estos proceso se convierte la materia orgánica que hay en las rocas en petróleo sintético y gas.
Esta nueva técnica ha hecho que Estados Unidos aumente su producción diaria de crudo a los 10 millones de barriles, una cifra que no se había alcanzado desde los años 70.
Si a perro flaco todo se le vuelven pulgas, también habría que destacar la posición de algunos distribuidores que están aprovechando el auge del barril para aumentar sus márgenes de beneficio.
Ojo porque Hacienda no se queda atrás, recuerda que el precio de la gasolina se encuentra sobreelevado por unos impuestos excesivos, tal y como te explicamos no hace mucho.
En resumen, el principal perjudicado de todo esto, es nuestro bolsillo que el año pasado se benefició de unos precios bajos procedentes de un barril que estaba en los 50 dólares y no en los 76 que cotizó ayer.