Después de presentaros el Saab 9-5 Aero 2.0T 220cv A6 XWD y acercaros a él desde un punto de vista meramente estético y práctico, nos adentramos hoy más a fondo en las sensaciones que nos transmitió cuando nos sentamos al volante de este tanque sueco.
Dinámica de conducción:
Arrancamos nuestro Saab 9-5 Aero y escuchamos que el motor suena muy fino, la experiencia de los suecos montando motores gasolina se hace notar. Para ello, no hemos necesitado utilizar la llave. Simplemente con introducirla en el vehículo y pulsar el botón de start-stop el coche arranca. El freno de mano es eléctrico y se quita pulsando la pestaña que hay al lado o simplemente dando un toquecito al acelerador, y se vuelve a poner tirando de la pestaña. Antes de iniciar la marcha, un pequeño detalle: frente a nosotros se ilumina el Head-Up Display, un proyector de información en el parabrisas que muestra la velocidad, las revoluciones y la marcha en la que vamos. Personalmente, nunca había probado un coche con este sistema, y pensé que en ocasiones resultaría algo molesto. Nada más lejos de la verdad, es inmensamente cómodo y permite no desviar la atención de la carretera mientras controlamos nuestra velocidad. Es relativamente personalizable (cambia el formato de la pantalla pero muestra básicamente lo mismo), pudiéndose regular en altura.
El consumo urbano oficial para este modelo lo tasa Saab en 14.7 litros a los100 kilómetros. Ahora bien, con poco que se nos vaya el pie en la salida de los semáforos, esta cifra se verá incrementada notablemente, pudiendo superar holgadamente los 15 litros.
Tras pasar el día en la capital, a la mañana siguiente probamos el comportamiento del coche en el que, a priori, es su hábitat natural, las autovías y autopistas. Nos dirigimos a Sepúlveda, provincia de Segovia, y disfrutamos del chasis deportivo que monta de serie el Saab 9-5 Aero. Lógicamente, es más bajo que uno normal, y ofrece una resistencia menor al viento, con lo que mejora las ya de por sí aerodinámicas formas del vehículo. La unidad de prueba monta un motor gasolina de cuatro cilindros que rinde 220 CV, con un par de 350 Nm a 2.500 rpm. Pese a que es una máquina potente, cabe recordar que el 9-5 pesa nada menos que 1.835 kg, por lo que, aún ofreciendo una buena respuesta a velocidades altas, no podemos esperar que corra igual que un deportivo de similar motorización. El cambio automático de seis velocidades, siempre más lento que uno manual, tarda 8,8 segundos en acelerar de 0-100 km/h, y los cambios de marcha apenas son agresivos. No obstante, si circulamos a 80 o 90 km/h y de pronto pegamos un pisotón al acelerador para efectuar un adelantamiento, la reacción que ofrece el coche es un poco más discreta hasta que entra el Turbo, momento en el que ya si, notamos la fuerza de los 220 CV a pleno rendimiento.
En el cuadro podemos observar precisamente la aguja del Turbo. Es una auténtica gozada sentir como entra en acción mientras vemos como la aguja va subiendo, pero claro, eso tiene consecuencias directas en el consumo. Si la cifra homologada para la conducción por carretera es de 7,7 a los 100, no exagero si digo que se puede ir tranquilamente por encima de los 10 con poco que vayamos pisando el pedal derecho, sobretodo si conducimos dando acelerones bruscos. Sí, disfrutaremos mucho, pero seguramente nos acabemos arrepintiendo cuando veamos que la aguja de la gasolina baja con la misma facilidad que sube la del Turbo.
El Saab 9-5 dispone de tres modos de conducción: confort, inteligente y sport. En parado se puede observar como sube y baja la suspensión en función del modo que seleccionemos. En marcha, el modo confort busca ir siempre en marchas más largas de cara a un ahorro de combustible desde una conducción más suave. Si nos vamos al otro extremo, el modo sport apura al límite las marchas y persigue transmitir una sensación de mayor deportividad al conductor. Precisamente, para probar el coche en este modo, volvemos a Madrid atravesando el Puerto de Navacerrada previo paso por Pedraza. A la altura de La Granja, sustituimos con un leve toque de palanca el cambio automático por el secuencial, desactivamos el control de tracción y conectamos el modo sport. La conducción cambia. No es un cambio radical, pero notamos una mayor alegría a la hora de adelantar, un paso por curva más agresivo y una agilidad que podría parecer impropia de un tanque de casi dos toneladas. Es muy divertido y el cambio de levas responde con premura a nuestras insinuaciones, sin que apenas se note cuando pasamos de una marcha a otra. A pesar de que todos los recorridos que hemos hecho con esos ajustes han sido demasiado cortos como para hacer una valoración exacta de consumo, os podemos adelantar que en esas condiciones que el coche es, lógicamente, muy gastón. Si tenemos en cuenta que además se trataba de un puerto de montaña, estaríamos superando sin problemas los 15 litros a los cien. Demasiado para casi cualquier economía.
Para terminar con nuestra prueba, en la tercera y última parte os hablaremos del equipamiento del Saab 9-5 probado, así como de su precio en función de los extras que montemos. Muy pronto lo podréis leer en Autonocion.


























