Corría el año 1925 cuando Walter P. Chrysler decidió que era hora de poner en marcha su propia empresa, una empresa que no conociese límites y fuera capaz de explorar nuevos mercados. Sus esfuerzos se centraron en ofrecer un excelente trabajo de ingeniería cuyo resultado fuese un automóvil asequible pero de lujo, con precios que los consumidores de la época se pudiesen permitir.
Hoy, 90 años después, esa tradición continúa, y Chrysler puede estar orgullosa de ofrecer calidad a precios razonables. Puede que en España no lleguemos a tener esa concepción de la marca americana, pero al otro lado del Charco su reputación es innegable, pudiéndose permitir presumir de vehículos que incorporan una ingeniería innovadora asociada a un estilo muy personal y marcado que les hace parecer más caros de lo que realmente son.
Los más entendidos quizá sepáis que el Chrysler Six, el primero de la marca, nació de la mano de Maxwell Motors. Walter era por aquél entonces presidente de dicha compañía y no fue hasta un caluroso 6 de junio cinco años después cuando Chrysler Corporation vio la luz. Este modelo se caracterizó por incorporar un innovador motor de seis cilindros en forma de L y frenos hidráulicos en las cuatro ruedas, un rasgo poco común en la década de 1920.
Los primeros modelos fueron tan vistosos como asequibles, adoptando el nombre de su velocidad máxima como el Chrysler 58 o el Chrysler 72. En 1926, Chrysler presentó el Imperial, un vehículo más poderoso y costoso con el que la marca daba respuesta a Cadillac, Packard y Peerless centrándose en los bloques de cuatro y seis cilindros.
Pero en la década de 1930 pasó algo con lo que Walter no contaba, la Gran Depresión en los Estados Unidos hizo que la tecnología se apoderase de la industria automotriz. Por suerte, los precios de sus vehículos mantuvieron a Chrysler en la cresta de la ola, pero la compañía se vio obligada a mejorar en términos de ingeniería. Para ello, la marca se puso manos a la obra con el “Floating Power”, un nuevo sistema de montaje del motor que reducía aún más las vibraciones del mismo.
Algo después llegaron los nuevos carburadores, el control automático de encendido, los cuerpos de acero asociados a nuevas técnicas de soldadura y el túnel de viento que Chrysler construyó en Highland Park, Michigan. Se descubrieron así los secretos de la aerodinámica que hicieron del Chrysler Airflow un modelo tecnológicamente pionero por aquél entonces (1934).
Éste contaba con los principios de diseño de aviones en su desarrollo, luciendo un cuerpo de capó achatado y curvado que albergaba faros carenados, un motor que se situó ligeramente más atrás y una poderosa imagen visual.
A finales de la década de 1930 llegó un nuevo diseño de la caja de cambios -denominado Fluid Drive– que se convertiría en el precursor de la moderna transmisión automática. Junto a este nació también el método Superfinish para el desarrollo de motor y chasis, permitiendo incrementar la suavidad de marcha y minimizar la fricción para reducir al máximo las vibraciones. Todo ello hizo del Chrysler Thunderbolt (1940) un modelo exquisito y refinado que, sin llegar a ser verdadero automático, enamoró a muchos compradores en los años ‘40 y ‘50.
La década de 1940 fue complicada, la muerte de Walter en agosto de 1940 fue un duro golpe para la compañía, mientras que la II Guerra Mundial hizo que Chrysler abandonará la producción de vehículos civiles entre 1942 y 1945 y se centrará en los vehículos militares, con creaciones como el tanque M-4 Sherman.
Pero lo mejor estaba por venir. Una vez superada la Guerra, tan solo seis años después (en 1951) vio la luz el que se convertiría en uno de los motores más potentes y reconocidos de la industria automotriz, el bloque V8 conocido como HEMI que inicialmente incorporaron los Chrysler Saratoga, New Yorker e Imperial. Su rendimiento era de los mejores de la época y su incorporación en el Chrysler 300 en 1955 dio lugar al nacimiento del automóvil más poderoso del mundo.
El nuevo Chrysler 300 dominó las carreras de NASCAR con el equipo Kiekhaefer Mercury Outboard Racing y Tim Flock al volante. En 1958, un Chrysler 300-D estableció el récord de velocidad en Bonneville en 251,68 km/h.
En los años ‘60, las técnicas de ingeniería avanzada también llegaron a la compañía, introduciéndose importantes novedades como los chasis monocasco más ligeros, los propulsores de gas, la transmisión automática TorqueFlite y un diseño al más puro estilo muscle car que aumentaba considerablemente el tamaño del vehículo. Grandes modelos como los Newport, New Yorker, 300-L o 300-H vieron la luz durante estos años en los que Chrysler revolucionó el mercado.
Los ‘70, sin embargo, no fueron tan gloriosos, pues las restricciones en materia de emisiones y seguridad acabaron con los muscle car. El aumento de las tasas de seguros y una tendencia hacia vehículos más baratos llevaron a Chrysler a cambiar su enfoque a la producción de tamaño medio y pequeños vehículos más seguros y eficientes. Fue entonces cuando modelos como el Chrysler Cordoba o el concept LeBaron Turbine Special vieron la luz.
Con la década de 1980 llegó una profunda crisis financiera que obligó a Chrysler a volver a lo básico. A pesar de ello, la marca se hizo con Lamborghini y llegaron al mercado modelos como el LeBaron -en versiones Town & Country y Convertible- o el Minivan en 1984.
De cara a los ‘90 todo empezó a ir viento en popa, con importantes avances en seguridad como el airbag de acompañante y grandes modelos como el primer monovolumen de lujo del mundo, el Chrysler Town & Country (Voyager); el Chrysler Cirrus; el Chrysler 300M o el Chrysler Concorde, todos ellos con tracción delantera como novedad.
La fusión de Daimler y Chrysler fue una de las noticias más sonadas a comienzo del nuevo siglo, trayendo consigo importantes cambios. La Chrysler Voyager alcanzaba ya su cuarta generación, mientras que modelos como el PT Cruiser (2001) o el Chrysler Pacifica -precursor de lo que hoy conocemos como crossover– exploraban nuevos segmentos del mercado.
Ya en 2005, el renovado Chrysler 300 retomó la tracción trasera, al tiempo que incluía en su gama la variante 300C con motor HEMI de 5.7 litros y 345 caballos de potencia, seguido del 300C SRT8 con el bloque de 6.1 litros y 435 caballos.
Desde 2010, tras salir de la bancarrota e integrarse en el Grupo Fiat, Chrysler sigue su andadura alrededor de todo el mundo con modelos mucho más globales que mantienen la esencia del gran Walter. Modelos como el Chrysler 200, el renovado 300 o el Voyager -cuya nueva generación aterrizará en 2016- siguen y seguirán circulando por nuestras carreteras aunque sea bajo la denominación de otras marcas del Grupo. ¡Enhorabuena Chrysler!
Bonitos Lancias
si bonitos audis
Los Audis son muyyy bonitos
Todos iguales. Pa gustos colores
La voyager ay oma q de dolores de cabeza
Jajajajaja no me río en la cara del hij………… que diseñó el pt cruiser porque no lo tengo delante, Ingenieria e innovación dice jajajajaja que chistaco, muy bueno (nótese mi indignación con Chrysler)
Calidad??? A sus mandatarios en sus jubilaciones. Que Daimler dijo hasta aquí y no se arrepienten