Que todas las ciudades alrededor del mundo están cada vez más congestionadas es una realidad tan grande como la copa de un pino. Es más, no sé si habéis oído hablar alguna vez de el ‘segundo de Nueva York’, lo que viene siendo la unidad de tiempo más breve conocida. Pues bien, Terry Pratchett lo definía como la cantidad de tiempo que transcurre desde que la luz del semáforo se pone verde y el taxista de detrás pita.
Caos, contaminación, estrés, consumo energético, colapso… y toda una larga lista de perjuicios es lo que provocan a diario los atascos, y a pesar de que los Ayuntamientos cada vez se esfuerzan más en fomentar nuevas formas de movilidad en la urbe, las congestiones de tráfico siguen siendo nuestro pan de cada día en múltiples lugares del planeta. Sin embargo, ¿qué pasaría si os dijera que un investigador valenciano parece haber encontrado la solución al problema con tan solo un algoritmo?
Este español, que actualmente trabaja en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), ha desarrollado un modelo matemático para optimizar el proceso y reducir el número de automóviles en las grandes ciudades. Por ejemplo, el número de taxis de Nueva York podría reducirse a 2.000 (el 15% de la flota actual de 13.000 taxis) si estos tuvieran 10 plazas, o a 3.000 si fueran de cuatro plazas. Según Javier Alonso, autor principal del estudio, «el algoritmo recibe las llamadas a los taxis y optimiza la ruta de los vehículos y la asignación de los pasajeros«.
Básicamente, lo que propone es un ride-sharing de alta capacidad, es decir, que varios clientes compartan un vehículo con el objetivo de «mejorar la calidad de vida, las ganancias por vehículo y reducir los costes para los pasajeros«. Si tenemos en cuenta que el coste anual de los atascos en Estados Unidos (combustible y tiempo perdido) es de 121.000 millones de dólares -el 1% de su PIB-, quizá no sea una idea tan descabellada, y más teniendo en cuenta que en este coste no se incluyen ni los accidentes ni la contaminación emitida.
Algo similar es el servicio de ‘Uberpool’ que realiza UBER en ciudades como San Francisco o Nueva York, en el que los clientes llegan a ahorrarse hasta un 40% del precio a cambio de tener que esperar y recoger a otros viajeros durante el recorrido. Aquí en España, como es ilegal, pues seguiremos haciendo el borrego, que eso nos encanta. Por suerte, Alonso asegura que el sistema puede implantarse en cualquier ciudad porque «trabaja en tiempo real, pero es lo bastante general como para tener en cuenta otros costes«.
Adicionalmente y, entre otras de sus ventajas, también están la de reasignar los vehículos vacíos a las áreas con mayor demanda, su posible aplicación a las flotas de coches autónomos e incluso su uso entre particulares, término más conocido como ‘carpooling’. Sobre el papel todo parece ideal: menos tráfico, menos contaminación, menos disgustos, menos gastos, más calidad de vida… Ahora solo falta ver qué opinan de ello los taxistas.