Sin apenas tiempo para asimilar el récord obtenido por Vettel con su octava victoria consecutiva en una carrera de F1 -desde Ascari nadie lo conseguía-, los pilotos se desplazan a Brasil para afrontar el último Gran Premio de la Temporada. El Autódromo José Carlos Pace, popularmente conocido como Interlagos, ha sido sede de la mayoría de ediciones del GP Brasil, incluyendo todas a partir de 1990. Se encuentra situado en una región que se caracteriza por dos grandes lagos artificiales, el Guarapiranga y el Billings, diseñados para abastecer a la ciudad con agua potable y energía eléctrica.
Hasta 2004, solía ser la carrera inaugural del campeonato, pero desde esa fecha se ha colocado entre las últimas pruebas, por lo que es común que en él se decida el Mundial. Así lo fue las dos veces que Fernando Alonso consiguió sus títulos (2005 y 2006), y el año pasado cuando, hasta la última curva, Sebastian Vettel sufrió para convertirse en el tricampeón más joven de la historia de este deporte.
Alonso se las ingenió para meter su monoplaza en el segundo cajón del podio después de salir séptimo, lo que obligaba al alemán a mejorar la octava posición. Finalmente lo consiguió al ser sexto, pero la carrera fue loca, impredecible y, por momentos, tuvo a Fernando como virtual campeón.
La situación esta vez es tan opuesta que posiblemente para muchos la carrera carezca de interés con el título en el bolsillo de Vettel hace ya varias carreras. Lo más importante en juego es el subcampeonato de constructores, por el que pugnarán Mercedes, Ferrari y Lotus, siendo los coches plateados los que mejor lo tienen para terminar llevándoselo. Por su parte, Vettel querrá hacer otra exhibición para deleitarnos con sus «ochos» al final de la prueba, mucho más agradables, todo sea dicho, que los habituales grititos.